Juan Martín Suriani
Tres
poemas
en
el último número
de
la revista “Fénix”
ARTE
POÉTICA
a Jorge Leónidas Escudero,
poeta y minero
Buscar,
abrirse paso, ir horadando
la
vasta geografía del lenguaje
a
través de estallados corredores.
Desenterrar
las voces primigenias,
separar
lo esencial de lo accesorio,
calar
hacia el filón del enunciado
y
regresar hasta la superficie
con
el poema a cuestas y sentir
que
así y todo no alcanza y descender
una
vez más al socavón abierto
hacia
la incierta posibilidad
de
decir, de una vez y para siempre,
lo
que no ha sido dicho todavía.
*
EPIFANÍA
Ante
la absorta mirada de mi hija
es
la primera vez
que
está cayendo agua desde el cielo.
Quien
observa sus gestos, su sonrisa
los
torpes movimientos asombrados
con
que transita entre el barro y los charcos,
es
testigo de la restauración
de
un rito prodigioso por el cual
siglos
atrás nacieron Seth, Paryania
Tlaloc,
Heindall, Shenglon, Taka-Okami:
deslumbrante
y sutil epifanía
que
los años irán desencantando
hasta
que ese milagro tenga un nombre
y
la lluvia no sea más que un hecho
vulgar
y cotidiano que instará
a
esta niña ya adulta a hacer lo mismo
que
hace su padre hoy:
cerrar,
una tras otra, las ventanas
y
ponerse a resguardo bajo techo.
*
ÉPICOS
a nuestros abuelos, inmigrantes
Considerando
el paso de los años
aquello
en que devino su destino
así
y todo es posible
sentir,
considerar
que
existe algo de épico en sus vidas.
Pueden
hablar de noches genovesas
de
aldeas sicilianas
infancias
andaluzas.
Pueden
hablar de un viaje,
un
largo derrotero coronado
por
esa incertidumbre
de
no saber hacia dónde llevaba
aquel
barco que alguna tarde el hambre
les
obligó a abordar en la esperanza
de
arribar a una tierra generosa.
Pueden
hablar de oscuros conventillos
de
sórdidos oficios
de
frío y de nostalgia por las noches.
Pueden
referirse al extrañamiento
de
ser un inmigrante
y
escuchar a sus hijos
pronunciar
un idioma diferente.
Pueden
hacer mención al sindicato
al
periódico obrero
a
huelgas generales y proclamas.
Tienen
autoridad
para
añorar a Justo o a Yrigoyen,
para
hablar de la Ley de Residencia,
de
Buenos Aires sin el obelisco,
de
la fiebre amarilla
o
de la papeleta de conchavo.
Vivieron
esos años
en
que el país crecía y renunciaba
a
su pasado hispano
en
aras de un progreso indefinido.
Tal
vez fueron amigos de algún gaucho
de
un judío anarquista
de
una puta francesa o un polaco.
Tal
vez bailaron tango entre muchachos
escucharon
los negros tamboriles
se
batieron a duelo en una esquina.
Sus
historias atrapan,
mantienen
las miradas expectantes
de
cuantos los escuchan.
Ahora
que están viejos,
que
son tan sólo una mirada opaca,
una
voz indecisa,
un
gesto resignado,
se
puede interpretar que acaso sean
el
fracaso de un sueño,
los
grises testigos de un país
que
no llegó a cumplir lo que anunciaba.
Pero
aun así hay algo en esas vidas
que
sus nietos jamás poseeremos.
Juan Martín Suriani
Juan Martín Suriani nació en San Luis, Argentina, en
1978. Es Licenciado y profesor de historia por la Universidad Nacional de Cuyo,
donde actualmente desempeña tareas docentes. Ha publicado A esa voz (Poemas, Botella al mar, Bs.As., 2015) y La casa de las tías (Premio de novela
Gran Certamen Vendimia, Mendoza, 2018).
[Otros
poemas de Juan Martín Suriani, en:
“Fénix”
N° 30, Editorial Brujas, Córdoba, 2022.
Para
solicitar su envío a domicilio:
https://www.editorialbrujas.com.ar/home]
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