LIBROS
RECIBIDOS
Franco
Bordino
(Buenos
Aires, 1989)
Los primeros indicios
Una noche
El
íntimo silencio de la noche.
El
rito rumoroso de los mates.
En
la mesa, los gárrulos dislates
de
un tétrico filósofo. El derroche
minucioso
del tiempo en la factura
de
un tímido poema. Yo no sé
qué
veo en estas cosas ni por qué,
triviales
como son, en su chatura,
se
me antojan especies misteriosas
de
una llana y sutil felicidad.
Que
me guarden el sino o la Deidad
de
ambiciones aladas o grandiosas.
Sólo
pido un innúmero rosario
de
noches de trabajo literario.
*
Otra noche
Traspasar
el umbral por un quehacer
anodino,
y hallar la noche espléndida.
Olvidar
las tareas incompletas
tras
la puerta, y salir a recorrer
las
calles conocidas de mi barrio.
Buscar
en las estrellas la figura
del
tosco Orión, y sorprender, en cambio,
el
círculo perfecto de la luna.
Respirar
la fragancia de los tilos.
Demorarme
en el banco de una plaza
para
auscultar el pulso de los grillos.
Desandar
el camino hasta mi casa.
Fumar
furtivamente un cigarrillo.
Evocar
estas cosas. Anotarlas.
*
Rimbaud
Que
el crápula celebre la epopeya
del
desbocado vicio; que el piadoso
destaque
de él el místico y sinuoso
deseo
de infinito. En su plebeya
y
errática existencia, algo más rico
es
lo que yo vislumbro. Veo a un chico
huyendo
del infierno de su hogar,
y,
para no tener que regresar,
lo
veo acostumbrarse a la indecencia,
al
hambre y la intemperie. Veo a un joven
furioso
y resignado a que le roben
unos
canallas su última inocencia.
Y
mientras esta triste historia ocurre,
del
corazón del réprobo discurre,
con
trémula ternura, todavía
intacta
y pura, la íntima poesía:
el
versificador ―el talentoso
y
tímido escolar― no ha perecido;
vive
aún en el joven corrompido,
late
aún en su corazón rabioso.
Sublime,
para mí, es que en él, lo humano,
sobreviviera
en medio del espanto.
Sus
sonetos esconden el encanto
de
la flor que florece en el pantano.
*
La idea de perder las cosas que amo
La
idea de perder las cosas que amo
me
aflige dulcemente. Me recuerda
que
es fatua ingratitud todo reclamo,
que
ahora soy feliz, aunque me pierda
el
sórdido trajín de la costumbre
y
no tenga conciencia de mi estado.
Corazón,
no permitas que de herrumbre
te
cubra este constante despistado.
Cuida
el cálido rito de los besos,
la
clara compañía del amigo,
del
poniente los dulces embelesos,
la
llama del destino que persigo.
Que
nunca yo descubra que he franqueado
dormido
el paraíso, y me he marchado.
[En:
Franco Bordino, Los primeros indicios,
Colección
Visor de Poesía, Madrid, 2018,
XVIII
Premio Casa de América de Poesía Americana]
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