sábado, 2 de febrero de 2019



LIBROS RECIBIDOS


Bernardo Schiavetta

Antes de los apócrifos


[Fotografía de Daniel Mordzinski]



Pareja que duerme

Más que para el deseo se desnudan
y mucho más se entregan mientras duermen.
Como se aquietan las aguas turbadas,
todo gesto se borra de sus cuerpos
y solas fluyen su carne y su sangre
por hondos cauces donde navegaron
breves días los padres más remotos:
superficie aquietada de la piel
en la que ambos se miran hondamente
con rostros ahogados pero vivos
sin que ningún espacio los separe
de sus propios reflejos, los más fieles:
ojos que en sí se miran tras los párpados,
fieles miradas, densas como el agua
cuando sobre las lenguas arde en hielo
casi negándose a la sed que extingue.
(O acaso estén librados sin saberlo
a sueños donde alientan como náufragos).



Los amantes

jugábamos a hacer vivir más ecos
si un eco por azar nos repetía
nuestras palabras, nuestras voces vivas,
aunque ignorásemos entonces que éramos
más tenues que los ecos, que copiábamos
espejismos y ensueños, las preguntas
de amantes olvidados, su pasión,
que los siglos reciben de los siglos,
para encontrar respuestas, éstas, éstas
que los siglos reciben de los siglos,
de amantes olvidados, su pasión,
espejismos y ensueños, las preguntas
más tenues que los ecos, que copiábamos
aunque ignorásemos entonces que éramos
nuestras palabras, nuestras voces vivas,
si un eco por azar nos repetía
jugábamos a hacer vivir más ecos



Conjunción de opuestos

un no sé qué que quedan balbuciendo
en el centro del mundo adonde escuchan
sin más voz que latidos y que alientos
como todo se nombra y se saluda
si se dicen adiós en el encuentro
de esos opuestos dos el tú y el yo
donde el Fénix se alumbra en las cenizas
de esos opuestos dos el tú y el yo
si se dicen adiós en el encuentro
como todo se nombra y se saluda
sin más voz que latidos y que alientos
en el centro del mundo adonde escuchan
un no sé qué que quedan balbuciendo



A una fuente en Córdoba del Tucumán

La arquitectura de los edificios
copiaba viejas cúpulas y torres
demasiado lejanas y en la tarde
nada era verdadero, salvo el agua.
No la fuente, las formas de su mármol
estaban en algún jardín de España.
Allí vivía, pero apenas, como
se vive en las ciudades de espejismo
donde hacen alto a veces, mientras sueñan,
los viajeros que cruzan los desiertos.

Al fin estoy en el jardín de Córdoba,
ante la fuente que allá repetían,
en las antípodas los otros mármoles;
pero la miro y veo la copiada
y cuando toco el borde de su taza
allá a lo lejos toco el otro borde
con la sorpresa de uno que descubre
que sin saberlo ha muerto, que es su Sombra.
(No. Fiel a sí misma, me sacia el agua
si esta fuente tampoco es verdadera.)



Narciso ante la Estigia

Entras en un jardín y ves la estatua:
conoces bien las formas de ese cuerpo
arrodillado, con las manos puestas
en el borde más claro del estanque,
con el cuello tendido y la cabeza
que se asoma y enfrenta así tu rostro
a este rectángulo de agua tranquila
donde estás reflejándote. Allí lees,
sobre la banda que te ciñe el cráneo,
tu nombre de cautivo de los Infiernos
que  la ninfa dibuja sobre el agua
para que apagues en tus ojos muertos
esa mirada fascinante y tuya
que te carga el cabello de serpientes
y te convierte en piedra ensimismada.


[En: Bernardo Schiavetta, Antes de los apócrifos,
Cuadernos de Hablar de poesía – Audisea, 
Buenos Aires, 2018]



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