miércoles, 18 de agosto de 2010

Rodolfo Godino

Centón

1992-1996




Preliminar

El juicio del corazón.
Las bocas secas, inmortales.
La memoria y el futuro: los contrarios.
Y los jardines, que tienden al sueño.

El descanso de la razón;
las parideras de lo real;
la confesión y los subproductos
de la culpa; la discreta brasa
del sexo en su pantano,

todo ha sido filtrado y desde aquí
a la vista de los vecinos
partirá, sin ingenios ni música:
ni un solo verso
fue ofrecido a otras servidumbres.


*


Para escribir el poema


The poem
is complex and the place made
in our lives
for the poem
William Carlos Williams

1

Esta es la ley callada:
por más que escandalice,
la verdad interior
—que traba la lengua y anda por su túnel
resistiendo a sí misma—,
debe ser descubierta.

Eso no daña el prestigio
del corazón multiforme,
que debe insistir
y ser escuchado aun como culpa,
omisión,
error, miedo, memoria
o sed inconfesa del cuerpo:
la historia de una combustión
siempre acorralada.
De lo contrario sólo se alumbran
fenómenos de oficio,
ningún animal completo.

Esas reticencias glaciales
consumen su invalidez, y su sanción
es muerte verdadera.
Aunque suene
trágico, no hablo del infierno
sino de palabra estéril.


2

Sin las cosas no hay poema.

Un hombre bajo hechizo
registrando una revelación personal.
Esa es, aunque no pueda
ser probada, la ley de lo creado
infinitamente repetida:
podrán engarzar el cuerpo
en los viajes de la savia, de la luz,
filtrando violencia y acidia
en las crisis graduales de la carne
no humana del mundo natural.

Amándolas, sin alegorías,
serán parte, maderas, flores,
unidos en los cambios
y en el renacimiento, en los ciclos
de silenciosas convulsiones.
Nunca la vida pequeña
será suficientemente expandida.


3

Con escrúpulos no hay poema.

Cuando la realidad cuestionada
se retire, lo ambiguo crecerá
en el exceso de conciencia,
sin discreción, aceptándose a sí mismo.

Mientras el mundo se disipa
y aun inclinados a lo juicioso,
retengan: lo fantástico se ajusta
por la razón; el gobierno
combinatorio de lo mágico se ejerce
puertas adentro.

Lo que merezcan
y lo que alcancen no serán tormentos:
la humillación del oficio siempre guarda
un rédito solemne.

En la pelea
con la palabra inhábil, partes
del corazón y la verdad se pierden;
la imprecisión del espíritu
será imprecisión en la palabra.

Sin artificio no hay poema.


Puntas del Campanero.
Minas, Uruguay, 1993


*


Una lejana conversación

In memoriam Carlos Mastronardi


El arúspice del río Gualeguay
me dijo no hay objetos en sus poemas,
ninguna alusión al mundo visible.

(Durante años, cada vez
que sus auras dominantes se insinuaban
en la vecindad del poema,
temía por ese peso excesivo. Palabras
como plátanos, convoy o piernas
se sometían, precipitándose
hacia sustituciones y descarnaduras
que no ensombrecieran el fluir
del alma, su destello).

Cierto y no cierto, dije. En el comienzo,
lo que venía incrustado en las palabras
era real.
Pero también eran gemas
de ambiguo fulgor en la garganta.

Quizás por servir a un amo aún difuso
errantes naturalezas las regían:
en parte conductores eficientes,
en parte chispas aventadas,
golpes casuales sobre el fuego.


*

Contra ella

Ignoro si otros sufren esta diaria exacción
impuesta por destino o descalabros
de conciencia; la barroca
hembra raramente llamada
La que rompe toda compañía,
temida a cielo abierto,
ella y su olor ya no me dejan,
muertos míos: como olas infalibles
se retiran y vuelven.

¿Diríanle
con pasión oficia para otros,
él debe dar aún ciertos destellos,
nada agrega un hijo de Piscis,
no trompetea fama un desvalido?

Al menos espanten, borren
lo que sentado en mi cabeza
corrompe mi alimento.


*

La última mañana

A Luisa, muriendo.


Es probable que tu mano
mantuviera una intención
no expuesta en sonidos.

Es seguro que deseaba decir.

En la veladura esperó
a la mía, que puede destruirme,
encender, condenarme, pero no borrar
aquel perdido tanteo sobre la sábana,
la mendicidad del corazón.

Me avergonzaré: estuve,
no estuve allí, pero negándome.


*

Noticias de hijos en viaje

No sé qué hay lejos de mí.
Sólo lo pequeño y próximo habla
para mis sentidos. Ciertamente
incomprensible es lo alejado,
es de los otros lo distante.

Sé definir lo próximo: sonido de agua,
brotes, tu mano domesticadora
sobre lo vivo.
Podría definir
lo remoto: ellos hablan desde allá,
desde masas continentales que derivan
como jardines en la memoria.

Sus voces celebran: no hay límites,
no hay límites, pero mi ansiedad
los sigue sobre pulidos
mapas de hierro.


*

Mi padre sueña

Noche con la realidad guardada
y todo suceso suspendido:
nada podía tocarme. Pero el fluir
de un alma ahogándose subió
desde el gran lecho donde el rey yacía.

Girando entre lengua y paladar,
apuntando a los dientes, hacia afuera,
aire y labios lo libraban en lo oscuro:
el llanto brotaba bajo mantas
y caía sobre el destino del oyente.

Conozco el ruido del que acaba de entender,
de carne separándose, de cimientos.
Pero aquél subía desde otro círculo
cruzado por ríos de azufre y barro
y roca líquida encendida.


*

Sobre la separación de cuerpos y bienes

Nadie programa una cacería
contra el espíritu: no es natural.
Quizás la compulsión primera
fue seguida por el azar.
Se aceptó, se eligió a veces
creyendo en un futuro maleable.

En tales ciclos imprudentes
era grave el rechazo: lo abundante
exige consecuencia, consumo desprendido
para que los nuevos favores
encuentren lugar en el caldero.
No fue tolerada la abstención,
su ambigüedad desliza
la inquietud en la asamblea.

Y el sumo don, la palabra,
contra la que no prevalecían
sombras de arriba o de abajo,
se atascó y los textos diferidos
emigraron hacia otras cabezas.

Nadie entiende de renacimientos
en este paraíso. No se buscan
memoria purgada, conversiones,
sino la enmienda de la visión,
cierta paz, incluso en la intemperie.

La elección fue inducida:
ahora todo el futuro se desplaza,
sin control, fuera de la mente.



[De: Rodolfo Godino, Centón 1992-1996,
Vol. 1 de la Colección "Fénix",
Ediciones del Copista, Córdoba, 1997]

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